domingo, abril 24, 2005

Crónicas de cine II

Los narradores contemporáneos, de los crecientes movimientos contraculturales, han dejado de inspirarse en las líneas de los poetas para pasar a aspirarse una que otra línea que algún poeta de buen viaje les regale por debajo de la alfombra. Pero Litaí no lo entendía, estaba atrapada entre un romanticismo casi vulgar y un retrograda modernismo que pretendía un regreso hacía los códigos estéticos ya extintos. No entendía la agonía de aquella literatura tan empolvada y tan poco digerible para los nuevos lectores, ávidos de imágenes cinematográficas, rápidas, potentes, con la fuerza combinada de la pintura y la poesía cubierta de ácidos. Era así como yo soñaba escribir, con el emblema en la frente de un nuevo y temible batallón, el de los hijos literatos de Atila, sembrando los campos con palabras después de la masacre para que ya no floreciera ninguna pendejada, ningún sentimentalismo cursi, ridículo o incluso kitsch, que nos regresaba a los dadaístas o a cualquier movimiento burgués en agonía constante.
Es por eso que le presenté a Juan, El greñas, para que se metiera más en la onda que nos traíamos, ya que no era tan culero para no compartir de esta nueva oleada de sabiduría pura, fresca, sumando que ella cargaba con muy buenas armas, cartas de presentación de aquí hasta China: un culo fenomenal y unas tetas firmes dispuestas a cualquier cosa.
Cuando llegamos estaba El greñas sentado con dos de sus amiguitas que, luego nos platicó, acababa de convencer para que hicieran un desnudo artístico, estilo Bang Bus, algo que diera una apariencia hardcore y en esencia fuera arte puro; una especie de pornografía artística donde la diferencia con lo pornográfico vulgar sólo era su contextualización. Alabé su ocurrencia mientras Litaí nos miraba con repudio, como miraría a un apestado del morbo y la lujuria, que en realidad era nuestro modus vivendi pero poseíamos nuestras credenciales, etiquetas para no pasar por vulgares: escritor y fotógrafo.
Ella, egresada de la carrera en Artes Audiovisuales, contaba con muy pocas amistades jóvenes en el ámbito debido a su postura del retroceso, agregando la amistad que sostenía con directores y pintores de una época entelarañada, cerrada, tapiada, enlozada y siete metros bajo tierra. El greñas no quiso saber más de su biografía, primero, le pasó una chela y le dijo que se relajara, que ya habría tiempo de conocerse mejor, sin necesidad de que accediera a subir a su cama con él, rió solo de su ocurrencia, y comenzó a narrarle, con detalles sobrenaturales para su manera más bien fría y seca, de lo que simbolizaban las drogas, las imágenes y el nuevo cine en una sociedad ávida de frenetismo y espontaneidad, llena de deseos aún innombrables; le relató historias venidas muy al caso, donde hablaba de los grandes problemas mundiales ocasionados por los burgueses y sus afanes conservadores, de la concha y las arañas que ya no nos importaban después del primer pasón y las cinco chelas de rigor. Ya, desvariando, y después de que Litaí se echó el primer ácido, comenzamos a entendernos mejor y a reírnos de nosotros mismos, dejamos promesas e insignias nuevas, apoyos y futuros donde juntos podíamos comenzar un nuevo movimiento, que fuera más político que literario, o ambos unidos con el único fin de unificar a la sociedad por medio de la conciencia estética, ideológica, loca pero pacifista, donde un hongo movía más que Cristo y sus montañas, pero no más que PEMEX. Ambos se rieron de mi ocurrencia y no aguantamos más, excitados con tanta palabrería estética, nos encamamos los tres para hacer el amor como nunca antes se había hecho, artístico, sensual y grotesco, sellando nuestro pacto, sin sangre, pero si con fluidos.
De ese movimiento y de esas promesas no queda nada, sólo el vago recuerdo de una noche esplendorosa donde pude conocer la verdadera belleza y entender a los clásicos a través de las nalgas de Litaí, desaparecidas desde entonces a mi vista. A El greñas lo metieron al bote por incorporar niñas desnudas en su arte y exponer su movimiento vía internet, pero de Litaí sólo sé que la última vez que la vieron fue al lado de Fadanelli y Villarreal, discutiendo la importancia del avance en los códigos estéticos cinematográficos.